Sólo en el periodo de construcción, se produjeron más de doscientos accidentes laborales, cifra que ha ido creciendo a lo largo de la celebración del evento hasta superar los trescientos. De todos ellos, tres han sido mortales. Sin embargo, en un alarde de cinismo propio de quien ve en el dinero algo más importante que la vida ajena, la organización reniega de su responsabilidad sobre dos de estos tres accidentes, uno producido en 2006 y otro en febrero de este año. La Expo no asume la muerte de Freddy Arenas porque falleció en una planta de hormigonado pretendidamente ajena al propio evento… ¡pero la planta estaba dentro del recinto! Tampoco se responsabiliza de la de Felipe Vargas, que cayó de un quinto piso colocando un premarco en la Villa Expo, esta vez por lo contrario, es decir, “por encontrarse fuera del recinto Expo”.
En cualquier caso, el lenguaje empleado en los comunicados de Expoagua y la Oficina Técnica Sindical Expo 2008, entidad constituida por CCOO y UGT en connivencia con patronal y Ayuntamiento, ha sido y es perverso. Hablan de “sólo X accidentes en un plazo X de tiempo”. ¿Cuál sería la escala para hablar de ese “sólo”? Resulta sangrante hablar de “éxito en la prevención”, máxime cuando la tasa de siniestralidad de la Expo no es precisamente baja. A los datos aportados nos remitimos.
A lo largo de todo este tiempo, se han oído expresiones como “se ha producido un accidente fortuito”. La base de la prevención de riesgos laborales es asumir que ningún accidente laboral es fortuito. Son siempre cadenas fatales de acontecimientos que van desde la mala información al trabajador hasta el mal estado de los Equipos de Protección Individual. En este sentido, las irregularidades verificadas superan ampliamente las 7000, contándose por cientos las denuncias contra la Expo recibidas por Inspección de Trabajo.
Llegamos así al mes de agosto con otra muerte más en el haber de Expoagua, en la que se repite el proceder antiobrero de CCOO y UGT: en el caso del técnico Héctor Grande, responsabilizaron al trabajador y sembraron la duda sobre su profesionalidad. Es habitual oir comentarios acerca de la desatención a la normativa, pero, parafraseando una carta escrita por un compañero del fallecido, “¿cómo atiendo una normativa que me pide que emplee, por ejemplo, un arnés, donde no hay líneas de vida? ¿cómo evito un “acceso” provisional que se convierte en mi ruta diaria?”
Hemos tenido razones para oponernos a la Expo antes y durante su celebración. El balance final nos obliga a mantener dicha postura. Consideramos que el modelo laboral que acarrea esta “cultura del macroevento”, propia de mentalidades megalómanas, es una amenaza contra la salud pública de los trabajadores.
La Expo no es ni ha sido esa celebración amable que nos han vendido los políticos locales. La Expo no debiera ser motivo de alegría para ningún trabajador de la ciudad de Zaragoza, puesto que sólo ha servido para enriquecer a quienes ya eran ricos: empresarios que han podido lucrarse y obtener réditos económicos de la muestra, que en modo alguno veremos nosotros.
Por contra, lo descomunal del proyecto y las prisas por acabarlo a tiempo han conducido a la patronal a forzar a los trabajadores para trabajar cada vez más deprisa y en peores condiciones, provocando riesgos evidentes para la salud, e incluso la vida, de éstos. A eso, nosotros lo llamamos terrorismo patronal. Frente a esto, no cabe más que la organización y la lucha obrera. Sólo entendiendo que nuestros intereses más inmediatos (como preservar la propia salud) están reñidos con los de empresarios y políticos, podremos ser fuertes para evitar que se produzcan sangrías laborales como la Expo 2008.
Secretaría de Prensa, Propaganda y Cultura de la CNT de Zaragoza.
http://www.cnt.es/aragon